La cefalea o migraña es una de las dolencias más consultadas por los pacientes. Desde Sanatorio Allende te contamos sobre otros síntomas, los factores de riesgos y de qué manera se puede tratar.
¿Quién no ha sufrido alguna vez dolor de cabeza?. De todas las dolencias que afectan a las personas, la cefalea es la más frecuente. Este dolor en la extremidad cefálica se presenta de manera recurrente y se constituye como uno de los trastornos neurológicos que más afecta a la población general. Su mayor predisposición es en las mujeres debido a los cambios hormonales que experimentan a lo largo de su vida. Según datos brindados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada dos personas en el mundo sufrió, alguna vez en su vida, dolor de cabeza.
Existen diversos tipos de cefaleas tales como la migraña, cefalea tipo tensional, cefalea de la tos, cefalea de la relación sexual y de la actividad física, entre otras. La más frecuente es la tipo tensional (contracción de los músculos de la cabeza), aunque la migraña es una de las consultas más habituales a los profesionales de la salud.
Tratándose de una enfermedad crónica del sistema nervioso central, la migraña se presenta como dolor en la mitad de la cabeza, pulsátil e intenso, asociado a náuseas, vómitos e hipersensibilidad a la luz, sonidos y olores. La presencia de los síntomas varía según el paciente y no siempre se manifiestan de la misma manera.
Causas de la migraña
La migraña puede presentarse por varios motivos. En algunos casos, se manifiesta en pacientes con predisposición genética y por antecedentes familiares. En otros, puede ser por el consumo de ciertos alimentos (chocolate, quesos, embutidos, alcohol, café, maní, etc.), falta o exceso de horas de sueño, estrés, depresión, ansiedad, cambios de temperatura, entre otros.
Cuando este dolor de cabeza es precedido por cambios transitorios en la visión, falta de fuerza, hormigueo en un hemicuerpo o dificultad para hablar, se habla de un subgrupo de migraña llamada “migraña con aura”. Se presenta sólo en el 20% de los migrañosos y tiene una duración de 1 hora. Asimismo, los pacientes que padecen migrañas con aura también pueden tener episodios sin aura.

Las crisis de migraña pueden presentarse en cualquier edad y consisten en tres fases, aunque no todos las personas pasan por cada una de ellas.
- Prodrómica: se produce hasta 24 hs antes de que el paciente desarrolle el dolor de cabeza. Además, puede sentir cansancio, fatiga, irritabilidad, bostezo, antojo de comida y mareos.
- Dolorosa: puede tener una duración de hasta 3 días si no se toma medicamentos.
- Posdrómica: esta fase puede durar más de 24 hs y más del 60% de los pacientes que la padecen sufren en este período intenso fatiga y falta de concentración.
Es común que la migraña empeore con la realización de actividad física y que se la logre aliviar al tomar analgésico, como antiinflamatorio y ergotamínicos. Este dolor de cabeza altera significativamente la calidad de vida de quienes la padecen, afectando también el desarrollo de sus actividades diarias, debido a que durante los episodios migrañosos las personas no pueden trabajar o funcionar de manera normal.
Diagnóstico de la cefalea o migraña
Conocer el diagnóstico de estas patologías es posible a partir de ciertos criterios clínicos establecidos por la Sociedad Internacional de Cefaleas. Es por ello que, resulta importante consultar con un especialista, quien a través de un interrogatorio médico, examen físico y la realización de estudios complementarios neurológicos podrá no sólo descartar otras causas de cefaleas secundarias (rupturas aneurismáticas, infecciones, tumores, hipertensión intracraneal, etc.), sino también indicar el tratamiento más adecuado en cada situación.
Las alternativas terapéuticas para tratar el dolor de cabeza van desde cambios de hábitos de vida hasta el consumo de medicamentos. Lo principal es identificar y controlar los factores desencadenantes o gatillos del dolor a fin de indicar el consumo o no de medicamentos. Una vez detectados los factores desencadenantes, se promueve que el paciente realice cambios de hábitos en su vida tales como una alimentación saludable, buen descanso nocturno, actividad física, apoyo psicoterápico y técnicas de relajación tales como yoga o mindfulness, manejo de estrés y tratar comorbilidades como depresión o ansiedad.