Históricamente se ha asociado el temblor con la Enfermedad de Parkinson. Sin embargo, no en todos los casos este síntoma confirma la presencia del trastorno.
“Doctor, vengo a consultarle porque tengo un temblor”. Esta es una de las formas más habituales de comenzar una consulta médica en neurología. El temblor se manifiesta como un síntoma frecuente y el paciente suele concurrir a un profesional médico porque se ve temblar o porque le dicen que tiembla. Ante este signo, el primer interrogante suele ser: ¿será Parkinson? Tener temblor despierta alarma, generalmente vinculada al temor, tanto en quienes lo experimentan como en su familia, dada la directa relación que la historia ha forjado entre este síntoma y la Enfermedad de Parkinson.
Este razonamiento puede resultar lógico considerando que la Enfermedad de Parkinson es una de las patologías neurodegenerativas más frecuentes a nivel mundial, pero esto no implica que todo paciente que tiembla se encuentre en riesgo de padecerla. 
Por lo general, el paciente nota como primer síntoma un temblor leve en uno de sus brazos, habitualmente mientras se encuentra en reposo. Este temblor se ha relacionado históricamente con la Enfermedad de Parkinson, a tal punto que se representa en el imaginario popular como el síntoma guía, aunque esto no es tan real, ya que este trastorno no se limita estrictamente a la presencia de temblor.
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Las causas que ocasionan el síntoma son numerosas, y no todas ellas responden a cuestiones neurológicas: la ansiedad, ciertos medicamentos, enfermedades sistémicas, o problemas endócrinos pueden generarlo. Cuando se realiza una consulta por la presencia de este signo, deberán valorarse una serie de factores esenciales: la edad del paciente, antecedentes de temblor en la familia, desde cuándo se presenta el síntoma, si se manifiesta en ambos lados del cuerpo, si sólo ocurre al desarrollar actividades específicas o en qué momento desaparece, entre otras cosas.
Si bien estos datos contribuirán a configurar una aproximación diagnóstica, en muchas oportunidades no la definirán por sí solos. Por esta razón, será necesario indagar sobre otros ítems como, por ejemplo, si percibe lentitud al caminar o en otras actividades; si nota que le cuesta más desarrollar quehaceres que antes realizaba sin inconvenientes (como pelar una fruta o abrocharse la ropa); si percibe dificultad para escribir o la escritura es más pequeña de lo habitual; o si ha tenido caídas o pérdida de equilibrio. Por otra parte, si bien es típico que se reconozca la enfermedad por sus síntomas puramente motores, existen muchos otros que el paciente puede o no asociar al Parkinson, como la pérdida de olfato o gusto a las comidas.
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De todos los síntomas mencionados, lo más característico de la Enfermedad de Parkinson es la lentitud para realizar cualquier actividad y la pérdida global de movimiento en cuanto a la cantidad y calidad del mismo. Tal es así, que el temblor puede incluso no estar presente en el curso de la enfermedad. 
Lograr el diagnóstico definitivo de Parkinson no siempre es fácil, ya que requiere de un proceso médico prudente y juicioso que, en oportunidades, puede llevar tiempo. Es importante ser cautos y saber esperar el curso evolutivo de los síntomas, comprendiendo que es preferible un diagnóstico con un margen de seguridad superior, pese a tener que esperar un poco más de tiempo. Asimismo, diferenciar esta enfermedad de otros trastornos neurológicos y no neurológicos puede resultar desafiante.
No existen métodos complementarios (estudios de sangre, resonancia magnética u otros) que permitan diferenciar taxativamente y de forma definitiva un temblor “cualquiera” de uno producido por la Enfermedad de Parkinson. 
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La única situación en la cual el diagnóstico es certero utilizando un método complementario es cuando existe la sospecha de que el paciente puede ser portador de un gen anormal involucrado en la enfermedad, razonamiento al cual se llega considerando ciertos aspectos clínicos y familiares. Si bien las formas de Parkinson genéticamente determinadas son las menos frecuentes, su confirmación aleja la duda diagnóstica y certifica la enfermedad.
Recordemos que no todo temblor es Enfermedad de Parkinson, ni toda Enfermedad de Parkinson produce temblor. El listado de diagnósticos diferenciales es amplio y su definición diagnóstica puede ser sencilla y rápida, pero en ocasiones difícil y compleja. Consultar a un médico especialista en neurología es siempre lo correcto en estos casos.

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