Existen prácticas y actitudes que el entorno más intimo de la persona puede aplicar favorablemente en pos de ayudar:
Es fundamental el estímulo permanente. Si la persona tiene que hacer todo en base a su esfuerzo pero su entorno más íntimo lo lleva al poco movimiento y a comer más, la dieta difícilmente prospere.
Tratar de no alterar al extremo las prácticas habituales de la familia de manera tal que los cambios terminen siendo un búmeran que dificulten a la persona a seguir se tratamiento. A veces lo ideal es enemigo de lo bueno.
Un “hogar obeso” debe tener en cuenta los siguientes puntos:
En qué más podemos ayudar desde la familia:
Comer a horario: quienes no estamos a dieta deberíamos acompañar, evitando dos desórdenes muy clásicos en obesidad: comer a toda hora (picoteo), o el comer una o dos veces al día y saltear comidas importantes. Los dos extremos son negativos. Todos los integrantes del círculo familiar deberían ayudar a respetar esos horarios.
Comprar correctamente: es muy importante quién compra la comida. Debe conseguir vegetales, frutas, productos descremados. Si el responsable de las compras llega a casa con fiambres, queso fresco, productos de copetín y golosinas porque a él le gusta eso, este gusto personal termina afectando a toda la familia y especialmente a quien está cursando una dieta restrictiva.
Cuidar la ingesta de calorías líquidas: en esta categoría se destacan el vino, la cerveza y la gaseosa común. Se las llama “calorías vacías” porque engordan sin dar satisfacción ni saciedad. No debemos ni siquiera ofrecerlas, porque a nadie le gusta tomar solo, entonces la persona que está a dieta se ve comprometida a acompañar, y además le gusta. Entonces se juntan dos presiones en paralelo: te gusta lo que te están ofreciendo, y tenés que acompañar a quien te lo ofrece.
septiembre 10, 2019
julio 15, 2019