El estrés, lejos de ser una enfermedad, es un proceso orgánico que nos permite vivir normalmente; es el que nos alerta ante situaciones de peligro inminente o el que nos protege en períodos prolongados de falta de salud, por tanto, es imposible subsistir sin estrés.
Sin embargo, cuando se supera su nivel aceptable se torna negativo, debiéndose llamar "distrés", es decir, DISturbio del estrés adecuado.
Para entender mejor, digamos que hay una relación directa entre el nivel de bienestar vital y la intensidad del estrés: sin estrés el bienestar es nulo, inviable, a medida que aumenta el estrés mejora el bienestar.
No obstante, si la relación comienza a invertirse, la premisa se convertirá en "a mayor estrés menor bienestar", llegando incluso a enfermedades orgánicas y/o psicológicas. Por tal motivo, es muy importante que cada uno de nosotros sepa identificar cuál es su propio punto de inflexión.
En esta nota quiero referirme a una muy pequeña palabra, una sílaba a tener en cuenta en los momentos adecuados (no por ser pequeña deja de ser muy importante), esta sílaba es la palabra: “NO”:
De este modo tendremos la posibilidad de manejar nuestros horarios y recursos tanto físicos como intelectuales para decir SI a lo que verdaderamente deseamos.