"No me puedo dormir”; “Una oveja, dos ovejas, tres ovejas...” ¿Cuántas veces hemos escuchado alguna de estas frases? Desde el Sanatorio te contamos sobre algunos trastornos que pueden alterar el sueño.


Dormir es una de las necesidades básicas de todo ser humano; de hecho, ocupa la tercera parte de nuestra vida, y es tan importante para la supervivencia como lo son respirar, alimentarse y hacer ejercicio físico. Los trastornos del sueño no son una patología grave, pero al afectar la calidad del descanso y de recuperación del organismo impiden el rendimiento óptimo durante el día. La falta de sueño produce consecuencias en la salud física y mental, tales como depresión, ansiedad, fatiga, dolores de cabeza, disminución de la concentración, de la memoria, del rendimiento académico y laboral e incluso aumentan las probabilidades de padecer enfermedades metabólicas, cardio y cerebrovasculares.
En la actualidad, los trastornos del sueño afectan a casi la mitad de la población, y menos de un tercio de las personas que padecen esta alteración recurren a una consulta neurológica, ya que desconocen que pueden ser prevenibles y tratables. Generalmente, los pacientes acuden al médico por tres razones principales: incapacidad crónica para dormir adecuadamente durante la noche, fatiga crónica o alguna manifestación conductual anormal en el mismo sueño. 
Las alteraciones del sueño se caracterizan por la dificultad de conciliarlo, permanecer dormido o despierto, mantener un horario regular de sueño y realizar comportamientos inusuales mientras se duerme. Estudios han demostrado no sólo que hay varias causas que perturban el sueño, sino que también existen más de cien trastornos diferentes que pueden ser agrupados en cuatro categorías.
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Problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido. Entre las alteraciones que se agrupan en esta categoría se caracteriza el insomnio. Si bien coexisten varios tipos, los que se destacan son: insomnio de inicio (dificultad de conciliar el sueño) e insomnio de mantenimiento (dificultad para mantener el sueño permanente). Asimismo, si bien las causas pueden variar de acuerdo a cada caso en particular, su duración también debido a que los episodios de insomnio pueden ser de corto plazo (aparecer y desaparecer durante las 2 y 3 semanas), o bien pueden ser crónicos (ser duraderos en el tiempo).
Esta incapacidad para dormir se produce por múltiples factores como enfermedades psiquiátricas (trastornos de ansiedad y depresión), higiene inadecuada del sueño (dormir siestas, consumir cafeína y/o alcohol, realizar actividad física o intelectuales antes de dormir, permanecer muchas horas en la cama), enfermedades crónicas que cursen con dolor o falta de aire (patologías reumáticas, fibromialgia, EPOC, asma, insuficiencia cardíaca, reflujo gastroesofágico), alteraciones que ocurren durante el sueño (síndrome de apnea del sueño, de piernas inquietas), consumo de medicamentos (estimulantes, antidepresivos, supresión de sedantes o hipnóticos), patrón de sueño irregular y horarios de trabajo rotativo.
El tratamiento para este trastorno tiene dos enfoques terapéuticos principales: medidas generales y medidas farmacológicas. 
Las primeras están destinadas a tener en cuenta una serie de pautas para lograr conciliar el sueño con facilidad, entre las cuales se mencionan evitar consumir cafeína, tabaco y alcohol, no realizar ejercicios físicos y actividad intelectual antes de dormir, evitar consumir comida abundante por la noche, entre otras. En cuanto a las segundas y ante la gran variedad de medicamentos para tratar los diferentes tipos de insomnios (sedantes, hipnóticos, antidepresivos) es importante identificar las causas que generan esta alteración para poder seleccionar el que sea más adecuado.
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Problemas para permanecer despierto. Así como hay personas a los que les cuesta conciliar el sueño, hay otras que se sienten cansadas y con ganas de dormir todo el día. A este trastorno se lo conoce como hipersomnia, aunque también recibe el nombre de somnolencia diurna excesiva. Esta afección incluye situaciones en las que la persona necesita dormir demasiado, destacándose dos en particular:
Narcolepsia: si bien aún no se logran determinar las causas, se trata de somnolencia diurna excesiva (ataques de sueño sin previo aviso), parálisis del sueño (despertarse sintiendo que no se puede mover, abrir los ojos y/o hablar) y alucinaciones del sueño (auditivas y visuales). Esta alteración no puede curarse pero si controlarse, en la mayoría de los pacientes, con medicamentos y medidas generales (mantener una rutina horaria de sueño, evitar las comidas pesadas y realizar descansos de 15 minutos durante el día).
Apnea obstructiva del sueño: afecta principalmente a las personas que padecen obesidad, ya que se caracteriza por interrupciones transitorias de la respiración cuando la persona está dormida. Como consecuencia, el sueño se ve alterado ocasionando ronquidos, sueño fragmentado, somnolencia y fatiga. El tratamiento consiste en corregir factores como la obesidad y al uso de dispositivos durante el sueño que ayudan a que no se produzcan esos cortes respiratorios (apneas).
Problemas para mantener un horario regular de sueño. También se pueden presentar problemas cuando no se mantiene un horario constante de sueño y de vigilia (despierto). Esto sucede cuando se viaja cruzando zonas horarias distintas, o bien por trabajar de noche o con horarios rotativos. Estos trastornos incluyen diversas alteraciones, como por ejemplo, adelanto de la fase del sueño (acostarse por la tarde y despertarse muy temprano).
Conductas que interrumpen el sueño. Las conductas anormales durante el sueño se denominan parasomnias y una de las más comunes es el sonambulismo, el cual consiste en que la persona se levanta y camina dormida. Esta alteración se manifiesta con mayor frecuencia en los niños y aunque se desconocen las causas que lo generan, este trastorno tiene una predisposición hereditaria. Esto quiere decir que si el padre o la madre tienen antecedentes de sonambulismo, determinados factores (estrés, fiebre, privación del sueño, entre otros) contribuyen a la presencia de estos episodios. El tratamiento para este trastorno es similar al del insomnio y consiste en mejorar la higiene del sueño, es decir, evitar consumir sustancias o realizar actividades que alteran al organismo al momento de dormir.
Para diagnosticar y conocer de qué trastorno del sueño se trata, se realiza un estudio llamado polisomnografía, el cual consiste en monitorear al paciente durante la noche para obtener información de múltiples parámetros corporales como actividad eléctrica cerebral, respiratorios, cardíacos y de movimientos que logren valorar la calidad del sueño y sus trastornos. Se trata de un estudio de ciclos y comportamientos del sueño que se adapta a cada paciente y no produce ningún dolor.
La gran variedad de innovaciones tecnológicas en materia de neurología permite no sólo diagnosticar los trastornos sino también, y gracias a diferentes dispositivos, logra mejorar los inconvenientes respiratorios durante la etapa del sueño. 
Frente al gran espectro de trastornos que pueden perturbar el sueño y ante la presencia de alguno de ellos, es de gran importancia realizar una consulta con un médico especialista en medicina del sueño para lograr un diagnóstico certero que permita identificar la alteración e indicar el tratamiento más adecuado en casa caso en particular.

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